Manuel Ruiz, artista: Creando historia
Su estilo es único y su carrera
imparable. Cumplido ya el medio siglo, el pintor granadino Manuel Ruiz continua
escribiendo, con sus obras, parte de la historia del arte
Es
el hombre récord de la pintura. El tiempo de elaboración de sus obras no
traspasa los treinta minutos, pero han llegado a pagarse dos millones de
dólares por algunas de ellas. Famoso en Argentina desde los once años y
conocido internacionalmente desde los diecisiete. Tras su mayoría de edad,
América se rindió a sus pies y, desde hace ya ocho años, planea conquistar
Europa. Ha transformado la concepción pictórica con su meticulosa rapidez, su
espontaneidad planeada y su estilo exuberante. A pesar de que su arma creadora,
la espátula, ha cumplido junto a él ya medio siglo, no se vislumbran imitadores
que se acerquen o superen al maestro. No hay competencia. Es único y él lo
sabe: "Estoy haciendo historia".
P.-
¿Ha barrido Manuel Ruiz de un plumazo la eterna dicotomía planteada por los
teóricos sobre si el artista nace o se hace?
R.-
Es que esa dicotomía nunca debió existir. El artista nace. Luego, con el tiempo,
desarrolla sus técnicas, su forma de ser como individuo. Esta formación la
desarrolla, dentro del arte, con colores, formas, trazos,...Es decir, la huella
digital del individuo dentro de una obra de arte. Un pintor que no ha nacido
con unas cualidades jamás será un artista, jamás. Siempre será mediocre. Podrá
aprender algunas técnicas pero nunca será un gran creador. Y es así porque sino
todos seríamos iguales. Bastaría con nacer, aprender y ejercer.
P.-
¿Cuándo pueden apreciarse esas cualidades de todo gran pintor?
R.-
Cuando eres pequeñito, muchas veces te dan, para que te entretengas o no
molestes, un papel y un lápiz. Te dicen: "Hala chaval, a pintar; a la
alfombra y de ahí no te muevas". Si tienes talento, en esas tonterías que
haces ya se puede apreciar.
P.-
¿Cree en la herencia artística?
R.-
No lo sé. Si realmente llegamos a pensar que el talento viene de sangre es evidente
que por parte de mi padre podría venir el jaleo. Por parte de mi madre no,
seguro. Tengo entendido que mi abuela paterna sí poseía talento. Mi padre también.
Y mucho. En un museo que voy a edificar, aquí en Marbella, montaré un salón
dedicado a él, con trescientas pinturas suyas, algunas esculturas, algunos
poemas,...En fin, un poco el sabor de su vida. También incluiré algo suyo
relacionado con la música. Tenía un oído increíble y, de hecho, fundó una
fábrica de instrumentos musicales: Casa Muñoz. En Argentina es muy conocida y,
actualmente, aún sigue vivo el nombre.
P.-
La afición artística de su padre, ¿le ayudó a decidirse a seguir el camino de
la pintura?
R.-
No. Mi padre era médico y como tal ejercía. Estaba especializado en ginecología
y partos, y tenía en mente toda una estructura creada para mí. Quería que yo
fuera médico y tenía planteado montar una clínica privada.
P.-
Pero usted ya era famoso en Argentina con tan sólo once años, durante las
vacaciones escolares pasaba hasta dieciocho horas pintando y tenía
prácticamente decidido hacer del arte su vida. ¿Cómo reacciona ante todo esto
su padre?
R.-
Bueno, sí. La fama me llegó muy temprano y pronto los museos comenzaron a
adquirir mis obras. Sin embargo, mi padre no quería que dejara de estudiar y,
entonces, yo no podía hablarle del arte y de viajes a otros países. Lo que yo
deseaba realmente era ir a Estados Unidos, pero para ello debería esperar
hasta los 18
años. Sucedió que mi padre se vino a España un año antes de que yo cumpliera
esa edad y le convencí de no viajar con él ese año. Fue entonces cuando me
marché a Estados Unidos. El director de la Policía Nacional en Argentina era
cliente y amigo nuestro y me solucionó todos los documentos para que, sin la
mayoría de edad, pudiera abandonar este país.
P.-
La historia del arte ha demostrado que situaciones de tristeza, angustia o
ansiedad han sido las bases de obras maestras. Sin embargo, el fallecimiento de
su padre le arrebata la inspiración. ¿La tristeza le impedía pintar?
R.- Sí. He estado dos años sin
poder pintar. No había forma. Por primera vez en la vida, era absolutamente
imposible que mi cuerpo respondiera al impulso de pintar. Yo no creía en ese
tipo de mariconadas de que la
gente tiene momentos, subidas y bajadas, y me decía: “estos son mediocres”.
Pero al morir mi padre viví un momentó
terrible. No me comunicaba con nadie y descubrí que que las palabras cada vez
me eran más extrañas. Incluso llegue a perder el habla.
P.- Durante
este espacio de tiempo no refleja su estado en ninguna obra, no puede hacerlo.
¿Quiere esto decir que la alegría fundamenta su pintura?
R.- Posiblemente. Nunca había pensado en ello
antes. Quizás porque durante esos dos años no me lo plantee y en ninguna de las
entrevistas, de las cientos que me han hecho, me han obligado a reflexionar
sobre esta cuestión. Pero sí es cierto que todas mis obras son positivas,
reflejan color, luz,...Y los pocos cuadros impregnados de una mayor oscuridad
mantienen un toque de luz, de fuerza, de alegría en contraste con esa
oscuridad. En mis obras resalto lo positivo y no lo negativo e imagino que
será el producto, el proceso, de toda una vida cargada de bonitos momentos.
R.- Siempre he querido volver a mi país y alejarme
del frío. Allí, cuando llega el viento del norte, sin obstáculos montañosos,
puede transformar la temperatura invernal natural, de 20 grados bajo cero,
hasta 60 grados bajo cero. Es por este motivo que a Chicago se la denomina “la ciudad de los vientos”. Cuando se advierte a los ciudadanos de no salir a la
calle, no es un mero consejo. El frío natural, incrementado con la fuerza del
aire, puede quemarte las retinas de los ojos. Es terrible.
Esto es malísimo para mi salud. Yo pinto mucho y trabajo mucha masa.
Con ese invierno, por supuesto, todo debe estar cerrado y te chupas todo el olor de la pintura. Como sabes, hay chavales que se cuelgan con olores de
tintes, colas,...Y la pintura es peor. Gracias a Dios, yo no utilizo mezclas
de trementina. De haberla usado, estaría muerto. Era imprescindible salir de
Chicago.
P.- Sin
embargo, también podría haberse trasladado a un estado norteamericano mucho
más cálido.
R.- Sí, pero yo siempre quise volver a España
porque aquí estaban mis raíces, y las raíces de mis raíces. Sin ellas, sin
conocerlas y tocarlas, te sientes toda la vida como un vagabundo.
Además, en
Argentina siempre decían que era gallego, en Brasil que era gaucho porque
tenía acento argentino, en Estados Unidos que era latino,...Y a pesar de mis
éxitos, o debido a ellos, nunca llegaron a acogerme en
ningún lugar por considerarme extranjero.
Triunfaba en
un nido ajeno, despertando muchas envidias, y he tenido que escuchar muchas
veces eso de
“eh tú, yankee, vete a tu casa”. Por eso, cuando fallece mi
padre, considero que
es el momento de volver a mi
país.
P.- ¿Y por qué elige Marbella?
R.-
Cuando llegué a España, hice un recorrido por
todo el sur, comenzando por la ciudad donde nacimos tanto mi padre como yo:
Peligros, en Granada. Marbella me pareció una ciudad muy cosmopolita,
espléndida por su clima y
su belleza e interesante por la gente que frecuentemente la visita.
P.- Su pintura ha conquistado todo el continente americano. Sin embargo, no parece haberse afianzado de igual forma
en la vieja Europa.
R.- Yo
creo que sí se ha afianzado, aunque es cierto que no de la misma manera todavía. Y es que hace tan sólo
ocho años que estoy aquí, mientras que en Estados Unidos he estado casi veinte
años realizando programas televisivos a nivel nacional. Es normal. Imagino que
de aquí a dos o tres años me llegará la confirmación europea. Una vez finalizado
el museo que pretendo levantar, produciré mis propios programas de televisión
traducidos
a diferentes idiomas y se distribuirán por toda Europa.
De cualquier forma, este continente conoce ya a Manuel
Ruiz, porque la afluencia
de visitantes extranjeros durante todo el año
a Marbella, especialmente en verano, es impresionante.
En verano, más de 5.000 turistas visitan diariamente
mi galería. Y todos ellos quedan
impresionados.
P.- A los visitantes de su galería les
obsequia con un catálogo o folleto donde se narran sus éxitos profesionales,
trazos destacados de su vida y rasgos predominantes de su pintura. Una de
las frases que recoge este texto dice así: “Junto con Velázquez, Goya y VanGogh, Ruiz es el artista que más ha revolucionado el arte sin perder los
valores que éste representa”. Esta comparación, ¿es un acto de prepotencia o
de realismo?
R.- No, no es prepotencia, en absoluto. La
historia y el tiempo lo dirán y uno no es quien para decirlo. Me han comparado
con ellos en muchas ocasiones y ese es el motivo de que aparezca en los
catálogos. Pero si quieres que te diga la verdad, estos autores no tenían ni un
centímetro más que yo. No olvides que soy capaz de hacer un cuadro en el que
Velázquez invirtió nueve meses en media hora. Y ninguna de mis obras me ha
llevado más de ese tiempo. En Estados Unidos yo realizaba un programa de
televisión llamado “Técnica de los Grandes Maestros” en el que hacía en catorce
minutos un cuadro de los grandes de la pintura, incluido Rembrandt.
P.- Algunos genios no han sido tratados de forma
equitativa a su carrera. ¿Es España ingrata con sus artistas?
R.- Sí. Igual que les ha ocurrido a muchos otros me ocurre a mí. Te
valora la gente, que se maravilla de tu obra y adquiere tus cuadros. Sin
embargo, la gente que podría ayudar a la pintura y a sus creadores
(Administración, grandes empresarios,...) quieren siempre algo a cambio, algo
para ellos.
-
Manuel Muñoz Ruiz nace en Peligros (Granada) en 1948. Ocho meses
más tarde sus padres emigran a Argentina.
-
A la edad de 11 años ya es famoso en este país.
-En 1971 se instala en Chicago. Lo hace en la zona norte, donde abre
dos galerías. Diez años después serían cinco.
-
En 1976 funda el primer Museo de Arte Hispano en Estados Unidos.
Ese mismo año, S.A.B.A. (Spanish American Business Association) le nombra el
Hombre del Año, primer y único español con este galardón.
-
En 1982 Ronald Reagan le entrega una placa recordatoria por su
colaboración artística con la cultura norteamericana.
-
En 1997, Manuel Muñoz Ruiz es investido Real Caballero de la Orden
de Yuste, título que ostenta también el Rey D. Juan Carlos.
-
P.- Algunas de sus obras han alcanzado los dos millones de dólares. ¿Por qué el arte es tan caro?¿Es elitista?
-
R.-No, lo que ocurre es que en el arte se
venden obras originales, que no existen en ninguna parte del mundo, que no
pueden ser creadas por otra persona. Y esta concepción de original es la que
establece el precio de un cuadro. Como se trata de una obra original, tú puedes
pedir la fortuna que quieras, porque seguramente lo vale. Obviamente, para establecer este precio debe
existir alguien que te lo pague. Si pides una cantidad y hay alguien que te la paga, queda
establecido el precio, está el mercado hecho.
Ese es su precio.
-
P.-
¿Y por qué alguien paga ese precio por la obra de Ruiz?
-
R.-
Mi éxito no tiene secretos. Yo he nacido con talento y mi
responsabilidad individual reside en plasmar ese talento. Mi obra no puedes
encontrarla, aún, en una enciclopedia de arte. Estoy haciendo historia. Hace
años que pretenden copiar mi estilo, mi rapidez, mi
espontaneidad. Pero hasta la fecha nadie lo ha conseguido.
-
P.-
Sin embargo, el pago de un alto precio por una obra de un pintor desconocido
puede lanzarlo a la fama. Una fama que puede no corresponderse con su talento.
¿El dinero deforma la realidad artística?
-
R.-
Sí, por supuesto. Hay deformaciones de la realidad, hay abusos. El arte se ha
deformado mucho, ha deformado sus valores. Existe mucha gante interesada en
hacer dinero que transforma la concepción, la descripción del arte para que su
obra, o las obras de las que son dueños, encajen. Hay empresarios que buscan a
un pintor callejero, que prácticamente está tirado en la calle. Le compran sus
cuadros, le hacen firmar un contrato de por vida y lo publicitan. Se dedican a
promo- cionarlo, a que se conozca su obra, a que se escriban libros sobre él y,
de la noche a la mañana, los cuadros del pintor callejero adquieren un precio
de locura. Y, por supuesto, el empresario se convierte en millonario.
-
Sin embargo, nosotros nacemos ignorantes pero no tontos y la
historia, con el tiempo, pone cada cosa en su sitio, cada artista en su lugar.
A veces se necesitan 100, 150 o 200 años,
tiempo en el que el estudio y la depuración de la
opinión hacen ver dónde están las cualidades y los errores de
una obra, porqué brilla o porqué es mediocre.
Sin embargo, nosotros
nacemos ignorantes pero no tontos y la historia, con el tiempo, pone cada cosa
en su sitio, cada artista en su lugar. A veces se necesitan 100, 150 o 200
años, tiempo en el que el estudio y la depuración de la opinión hacen ver dónde
están las cualidades y los errores de una obra, porqué brilla o porqué es
mediocre.
“Nacemos ignorantes pero no tontos y la historia pone cada cosa en su sitio, cada artista en su lugar”
“Nacemos ignorantes pero no tontos y la historia pone cada cosa en su sitio, cada artista en su lugar”