Se Vendieron 3 Mil Cuadros en una Plaza
Fuente: LA RAZÓN
Dos pintores, padre e hijo, que llegaron al balneario en 1960, se establecieron en la plaza Colón y ganaron millones vendiendo cuadros. Pintaron más de 25.000, trabajando hasta 18 horas por día. Pero dieciocho años atrás pasaron fatigas antes de "dar en la tecla". Manuel Muñoz Mérida, de 48 años, es médico ginecólogo, y su hijo, M M Ruiz de 19, bachiller. Ahora, afincados en Mar del Plata, demuestran que “sienten la pintura en el corazón". Lo que les pasó.
MAR DELPLATA (De nuestras agencia) — La
multitudinaria Perla del Atlántico —aún en el mes de abril—, todas las temporadas
muestra perfiles pintorescos, excéntricos o en todo caso curiosos. Y es una
cosa lógica en una ciudad de tanta envergadura turística como lo es Mar del Plata. Es así que una mañana soleada, con brisa marinera sumamente
agradable, nos llegamos hasta la florida y coqueta Plaza Colón, donde dos
“tradicionales” pintores congregan a diario centenares de personas que,
fascinados, contemplan las evoluciones de las hábiles espátulas. Pero lo curioso
de esta nota, que esconde una llamativa historia, es que estos amantes de la
pintura —es su medio de vida—, llevan a la tela paisajes o figuras elaborados
por la imaginación, puesto que a excepción de algún pedido especial, carecen
de réplicas, fotografías o copias. Nos estamos refiriendo a Manuel Muñoz Mérida, español cincuentón y su hijo, de nombre Manuel Muñoz Ruiz, casi al
cumplir los diecinueve. Ambos han trabajado en Mar del Plata por espacio de
varios años, aunque siempre en las temporadas veraniegas, y eso les ha
significado grandes ingresos. A tal punto que actualmente disfrutan de un
hogar cómodo y una posición económica holgada. Justamente todo lo contrario de
cuando llegaron a nuestro país. Pero todo eso, como dijimos anteriormente,
tiene un trasfondo que vamos a contar. El juvenil Manuel, luciendo una estilizada
barba y un pantalón con miles de manchas multicolores, nos relata de sus vidas
a la vez que pinta un paisaje marinero.
He aquí al
pintor en plena tarea en la soleada mañana de la plaza, rodeado de curiosos que
no conocen su historia
—Mi padre y yo
llegamos a la Argentina hace 18 años. Él era médico ginecólogo y en
España llegó a destacarse dentro de los círculos asistenciales. Sin embargo, en
mi familia, no sé por qué razón, siempre estaba latente ese anhelo de
venir a Sudamérica porque aquí “se progresaba”. También viajó mi madre.
Estuvimos en el norte de la república, en Santiago.
Al poco tiempo de estar allí, nació mi
Hermana.
Ahí mi padre,
se desempeñó atendiendo muchos pacientes particulares y otros en hospitales.
Pero no progresábamos: estábamos igual que antes.
Entonces mi
padre, cansado de trabajar decidió instalarse en el campo de Córdoba a donde
trajo a toda nuestra familia de España.
Una noche,
para distraerse, decidió fabricar una guitarra de un poste viejo para atar
caballos con tanto éxito de pedidos que pronto estableció en el garaje la fábrica de
guitarras ‘Casa-Muñoz’: Allí, pinté mis primeros garabatos con mi tío Pepe.
Años más tarde
nos establecimos en Rosario. Fue allí donde pinté, con espátula, mis primeros
cuadros imaginarios. Intentaron disuadirme porque
la espátula solo se usaba para mezclar los colores.
Fueron unas buenas obras- Hasta asombró a mi padre qué quería
que fuera médico como él y terminó pintando como yo.
—¿Qué conocimientos de pintura tenía?
—consultamos.
—Durante su niñez y parte de su
adolescencia vivió con el padre, o sea mi abuelo, que era conserje de la
Facultad de Medicina de Granada. Conoció al famoso Zuloaga. Picasso y otros
de no menos renombre interesándose en la pintura. Trabajó primero en témpera y
luego con óleos. Se apasionó y trabajó día y noche en un atelier, haciendo
cualquier tipo de trabajos.
—¿Y usted, como empezó todo? Con 5 años pinté mis primeros
cuadros con espátula, con 6 era el artista del colegio, con 7 pinté
autorretrato de Rembrandt en una hora y realicé un par de creaciones
importantes.
Con 12 años me lancé a pintar con mi padre en plaza Colón
y a vender. Con 12 años un cliente, el Sr. Fernández, me llevó a Buenos Aires
para presentarme en televisión. Con ésa edad comencé bachiller en el ColegioDante Alighieri de Rosario donde el primer y único año que estudié allí terminé dando la clase de arte a mis compañeros por orden del Director.
Ellos organizaron allí mismo, la primera exposición de mis obras.
—¿Y la pintura les deparó suerte en
nuestro país?
—Muchísima.
— Yo ya empezaba a manejar el arte de
la pintura. Comenzaba a sentirlo, tal vez como le ocurrió a mi padre en
España.
—¿Cómo llegaron a Mar del Plata y cómo
adquirieron tanta popularidad entre el público?
—En 1959 vinimos a veranear.
Prácticamente
a disfrutar de unos pesos ahorrados con tanto sacrificio. Al año siguiente mi
padre trajo algunas telas y se puso a pintar en playa Serena. Ahí le vendió un
cuadro a una mujer y luego otro y otro. Así, con ese aliciente, nos animamos y
comenzamos a trabajar temporariamente en el balneario, estableciéndonos definitivamente
en esta maravillosa plaza Colón que tanta suerte nos ha deparado. Hemos
llegado a vender 3.000 cuadros en nuestra primera temporada.
Luego uno se estableció en una esquina y otro en
otra. La gente miraba y compraba. Tan es así que, desde que nos dedicamos a
pintar, hemos hecho algo más de 25 mil cuadros.
— ¿Y cómo los venden?
— Depende de la medida y el gusto del que compra. Un
retrato o una figura que no lleva muchas horas, se vende en no menos de
35.000 pesos. En cambio las vistas y paisajes son de precio más reducido: de
1.500 a 15 mil pesos. Sacamos unos 25 cuadros por día y pintamos unas 16 ó 18
horas diarias.
— ¿Cuánto ganaron?
—Y hasta números. Por lo pronto le digo que nos hemos hecho un chalecito con todas
las comodidades y tenemos un auto para disfrutar los fines de semana. Yo he
comprado 12 terrenos en el lujoso Barrio los Troncos y una finca pegada a
Laguna de los Padres. Ya he ganado mi primer millón de dólares con 18 años, voy
a decir algo: en mi casa la gran ayuda es mi madre: cocina, nos prepara los
bastidores, hace los negocios que ella cree conveniente, etc. Nosotros
solamente pintamos. Y ahora también parece que lo va a hacer mi hermana, que
actualmente tiene 18 años ... Pinta muy bien las flores, pero, se queja. Yo le
veo muchísimas condiciones.
— ¿Y no pintan para satisfacer
deseos personales, por ejemplo tratar de hacer una gran obra?
—Siempre lo hacemos.
—Justamente ahora, que nos hemos hecho de una buena
posición, vamos a pintar cosas de gran valor espiritual para nosotros. Para
este invierno tengo en mente unos trabajos bárbaros. Además pienso hacer un tour
de exposiciones en pocos días.
—Yo me voy a
Brasil y USA.
— ¿Quiere agregar
algo más?
—Sí. Cuando yo
era niño, me dediqué a fabricar guitarras con mi padre, ayudante de cuatro
años.
La verdad era que creíamos en la pintura. Hoy soy un enamorado de ella por
las satisfacciones que me ha dado. También, y lo digo en nombre de toda la familia,
estoy agradecido enormemente a Mar del Plata, a quien sin duda alguna le
debemos nuestro progreso. Ahora, como le dije anteriormente, vamos a
abandonar un poco al país y nos dedicaremos a viajar mucho y elaborar buenos
cuadros. Es momento para ello.
Ya verá la
exposición que haremos en invierno. Ahí estará reflejado nuestro sacrificio,
porque sentimos la pintura en el corazón.
Al filo del mediodía, cuando el remolino de turistas
ya casi es insoportable, los dos Muñoz y nosotros abandonamos la esquina de
Colón y Buenos Aires. Ellos con los bastidores, nosotros con los apuntes. La
mayoría los consultó antes a qué hora regresaban. “No
Página 8 LA RAZÓN Lunes 8 de abril de 1968
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